Una de las razones por las cuales
el ser humano -carente de poderosos recursos físicos- ha sobrevivido hasta
ahora en este mundo, ha sido por su facultad de pensar. Gracias a la herramienta
del pensamiento hemos podido resolver problemas, superar obstáculos y planear
las más variadas estrategias.
Pero esta herramienta está con
nosotros todo el día, aunque a veces no la necesitemos, aunque a menudo nos aparte
del presente, aunque en la mayoría de los casos nos sumerja en el caos o la
angustia y aunque nos lleve a creer que tenemos dentro de nosotros una vocecilla
enemiga.
Y es que nadie nos enseña cómo
usarla, para qué sirve y cómo funciona. Nadie nos ha explicado que pensar
demasiado sobre un tema puede hacer que ese pensamiento se convierta en
automático y que nos lleve a la obsesión; nadie nos ha explicado que cuando
pensamos más de lo debido, el problema que nos preocupa se vuelve más oscuro,
indescifrable, porque la indigestión mental nos ha hecho bloquearnos y que no
veamos la solución; nadie nos ha dicho que estos pensamientos están determinados
por estructuras mentales que nos hacen simplificar el mundo y ordenarlo, pero que
nos generan creencias nada realistas la mayoría de las veces.
Saber cuál es el mecanismo de
este recurso maravilloso y útil, puede ayudarnos a usarlo más eficazmente.
Sabríamos cuándo estamos sobrecargándolo y bloqueándolo, nos haría
cuestionarnos esas ideas que aparecen en nuestras cabezas, para clasificarlas
como "basura mental" o "pensamiento útil", y sobre todo,
nos ayudaría a ensanchar esas estructuras mentales para mirar más allá de ellas
y para acercarnos al menos a la totalidad de este inagotable y ancho mundo.
No dejen de leer el libro de Nardone, Pienso, luego sufro.
No dejen de leer el libro de Nardone, Pienso, luego sufro.
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