5 de abril de 2015

LA INDIGESTIÓN MENTAL





Una de las razones por las cuales el ser humano -carente de poderosos recursos físicos- ha sobrevivido hasta ahora en este mundo, ha sido por su facultad de pensar. Gracias a la herramienta del pensamiento hemos podido resolver problemas, superar obstáculos y planear las más variadas estrategias.

Pero esta herramienta está con nosotros todo el día, aunque a veces no la necesitemos, aunque a menudo nos aparte del presente, aunque en la mayoría de los casos nos sumerja en el caos o la angustia y aunque nos lleve a creer que tenemos dentro de nosotros una vocecilla enemiga.

Y es que nadie nos enseña cómo usarla, para qué sirve y cómo funciona. Nadie nos ha explicado que pensar demasiado sobre un tema puede hacer que ese pensamiento se convierta en automático y que nos lleve a la obsesión; nadie nos ha explicado que cuando pensamos más de lo debido, el problema que nos preocupa se vuelve más oscuro, indescifrable, porque la indigestión mental nos ha hecho bloquearnos y que no veamos la solución; nadie nos ha dicho que estos pensamientos están determinados por estructuras mentales que nos hacen simplificar el mundo y ordenarlo, pero que nos generan creencias nada realistas la mayoría de las veces.

Saber cuál es el mecanismo de este recurso maravilloso y útil, puede ayudarnos a usarlo más eficazmente. Sabríamos cuándo estamos sobrecargándolo y bloqueándolo, nos haría cuestionarnos esas ideas que aparecen en nuestras cabezas, para clasificarlas como "basura mental" o "pensamiento útil", y sobre todo, nos ayudaría a ensanchar esas estructuras mentales para mirar más allá de ellas y para acercarnos al menos a la totalidad de este inagotable y ancho mundo.

No dejen de leer el libro de Nardone, Pienso, luego sufro.

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