Nacemos con algunos radares psíquicos, que nos hacen estar atentos a determinada información. Igual que nuestros ojos captan la luz, o nuestros oídos el sonido, parte de nuestra psique está enfocada en prestar atención a determinados estímulos. Uno de estos radares es el llamado radar de carencias, término usado por Pablo Herreros Ubalde en su libro Yo, mono. Este radar nos hace estar atentos a los errores que cometemos o a aquello que nos falta. Esto, que nos vino muy bien en épocas donde el error o la carencia podía costar la muerte, en la actualidad, es más bien un fastidio, una trampa feroz que nos hace fijarnos en todo aquello que fallamos o en todo aquello que no tenemos. Nuestra psique se satura por la infinidad de objetos deseables que hay en la actualidad. La insatisfacción que genera -diseñada para un mundo lleno de menos deseos-, la hacemos crónica. Quizás la raíz de buena parte de nuestras insatisfacciones partan de este radar.
Y quizás sea la razón por la que los niños estén cada vez más frustrados teniendo ahora muchas más cosas que nunca. Los niños son más propensos a la insatisfacción puesto que en su cerebro es mucho más fuerte la tendencia instintiva. En esta sociedad de consumo continuamente sienten que nunca tienen lo suficiente. Un niño que pasea ante un escaparate o que ve una revista de juguetes, es un niño al que le estamos sobreestimulando los deseos, y como consecuencia, la frustración.
Y puede ser que una de las causas por las que creemos que tenemos falta de autoestima, también tenga que ver con él,
porque nos hace estar atentos sobre todo a nuestros fallos, a nuestros
fracasos, a nuestra torpeza. Esto puede llevarnos a etiquetarnos y a decirnos:
"Soy torpe", "no valgo nada", "siempre me sale todo
mal", "soy un inútil". Y caer en la distorsión que nos hace
simplificar la realidad y no ver las
veces que acertamos o que tenemos ideas brillantes.
Y puede ser también que él sea la
razón por la que vemos en los demás con tanta facilidad aquello en lo que fallan,
y que tendamos a corregir a nuestros hijos, a nuestros alumnos, a nuestros
amigos, a nuestras parejas...
Por eso habría que ejercitar la
mirada para ver más allá de este radar. Y potenciar otros radares que la amplíen, aunque no los tengamos por naturaleza: el radar de pertenencia y el
radar de aciertos. Ellos nos descubrirían lo que tenemos. Ellos nos harán darnos cuenta de nuestros logros. Ellos nos acercarán
a la totalidad de nuestra persona, a la totalidad de este mundo y por supuesto, a la totalidad de los demás.
También podemos potenciar otro radar... el de la gratitud. Entre las cosas que nos pueden ayudar a compensar todas nuestras carencias es el estar atentos a las cosas por las que podemos estar agradecidos, tanto a nivel material, como en las relaciones. En mi caso la experiencia de ser querido a pesar de mis carencias es la que me ayuda a no juzgarme implacablemente y a poder también no ser implacable con otros. Particularmente pienso que la calibración de estos radares es más fácil conseguirla con encuentros personales sanadores que con un ejercicio de autodisciplina mental (ya sabes... mi preferencia por la inteligencia social que por la emocional) Pero bueno, esto no deja de ser una opción personal.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Javier. Darnos cuenta de lo que tenemos favorecerá la gratitud, pero ejercitar el radar de gratitud, nos hará darnos cuenta de lo que tenemos! De una manera o de otra, saldríamos ganando. Gracias por tus valiosas aportaciones.
Eliminar