1 de octubre de 2015

EL DON DE LA PLASTICIDAD

(Dibujo de Patricia Adorna)

"Las neuronas que se conectan juntas, se activan juntas".
 Donald Hebb. 


Nuestro cerebro está lleno de millones de conexiones que se han formado, para bien y para mal, gracias a nuestras experiencias. Conexiones que unen hechos con sensaciones, pensamientos con emociones, imágenes con sentimientos, olores con acontecimientos, sabores o melodías con lugares o con voces o con personas... Por eso dos experiencias que se han conectado juntas -por ejemplo, el olor de la goma de borrar con la sensación de estar en el colegio- se activarán juntas a partir del momento en que se conectaron -por ejemplo, cuando volvamos a oler una goma, aunque hayan pasado veinte años-. En esto consiste ser plásticos. Es la manera de que el cerebro aprenda del entorno, de las experiencias, que van creando nuestros propios y únicos circuitos vitales que construyen nuestro mundo, nuestros recuerdos, nuestro yo. Afortunadamente, esta misma plasticidad nos facilita también que mueran conexiones y que siempre podamos crear nuevas.


Cuando una conexión se asienta y se reafirma una y otra vez, se convierte en hábito, se tatúa, se automatiza, sea positivo o negativo para nosotros. Y no es fácil, llegados a este punto, matar el hábito, porque el cerebro nos lleva una y otra vez a ejecutarlo, se nos viene a la cabeza tan fácilmente, es tan fuerte su llamada, que creemos que lo deseamos hacer, sentimos una motivación intensa. Supongamos que llevo mucho tiempo fumando y que he decidido dejar de fumar. Dejando a un lado el mono físico, el deseo de fumar me vendrá cuando en los momentos en que fumaba, mi cerebro relacione estos momentos con el hecho de tener un cigarro en la boca. Si después de comer me fumaba un cigarro mientras tomaba café -hemos conectado café con cigarro-, me moriré de ganas de fumar si no lo hago, porque se activará el recuerdo del tabaco a la hora de la sobremesa. Los hábitos ya hechos tienen la característica de hacernos creer que los deseamos hacer, por lo tanto la tentación es feroz. Si no aguanto las ganas volveré a fumar, pero si sabemos que ese deseo es fruto de una conexión anterior, un hábito tatuado, y que debo dejarla morir para que se haga otra nueva -o sea, tomar café sin fumar-, poco a poco y en aproximadamente tres semanas, morirá la conexión y ya no sentiré las ganas de fumar mientras disfruto de ese café. Poco a poco las nuevas conexiones irán sustituyendo a las nuevas. Si percibo el olor de las magdalenas de mi abuela después de muchos años, me vendrán a la memoria los momentos relacionados con ese olor, pero si las circunstancias hacen que se repita todos los días, dejaré de pensar en mi abuela porque el contexto de ese olor habrá hecho una conexión nueva con las nuevas circunstancias. Lo mismo pasaría con una música de la adolescencia. Si la escuchamos después de veinte años,  nos vendrán las sensaciones que vivimos en esa etapa de la vida, pero si la escuchamos cada día, la conexiones nuevas harán que ya no nos produzca ninguna sensación del pasado. Con el duelo ocurre lo mismo. Los momentos con el ser amado serán recordados cada vez que estemos en los mismos contextos que estuvimos con él. Cuanto más tiempo pase, los mismos contextos sin esa persona, habrán hecho nuevas conexiones, y aunque seguiremos amándola y recordándola, ese duelo habrá pasado, por lo que lo más doloroso, esa tristeza por el recuerdo constante de la pérdida, irá desapareciendo.


Tenemos la fortuna de ser plásticos. Y de que nunca dejemos de serlo (aunque la niñez sea la etapa más virgen y por lo tanto más rápida y eficaz en crear conexiones). Pero tenemos también la inmensa fortuna de poder saber que lo somos, y por lo tanto de tener la posibilidad de utilizar esta herramienta para nuestro provecho. Sabiendo cómo funciona el cerebro,  sabiendo que por repetición podemos destruir o crear nuevos circuitos, podremos ponerle esfuerzo al cambio de nuestros hábitos. O si queremos consolidar o establecer otros nuevos, podremos estar más motivados para tener paciencia con nosotros mismos, y dejarle tiempo para que mate conexiones indeseables y crear a voluntad conexiones nuevas que nos hagan la vida más agradable y más positiva. Como siempre,  el autoconocimiento, es una ayuda fabulosa en este mundo sin instrucciones. 

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