22 de octubre de 2015

LOS CONFLICTOS Y LAS SUPOSICIONES


Los conflictos son una de las consecuencias de nuestra convivencia en grupo. Saber el origen, aquello que los causa, puede dar un poco de luz y comprensión a lo que se desata en los otros y en nosotros y en lo que genera el problema o la situación conflictiva, para prevenirla o para suavizarla o para tomar cierta distancia.


Básicamente hay tres causas principales que nos llevan al conflicto. Los mamíferos compartimos dos de estas causas. La tercera es exclusivamente humana.


La primera es el AGRAVIO PERSONAL.  Todo aquello que nos puede hacer daño, que tememos perder, que nos arrebatan, que queremos conseguir y que nos obstaculizan, que tememos dejar de controlar... Si un chimpancé quiere el plátano de otro, puede optar por arrebatárselo sin más. Aquí entra el sentido del yo, la competitividad, el miedo, el instinto de supervivencia... esta es la causa más habitual de conflicto en el reino del mamífero.


La segunda es el SENTIDO DE LA JUSTICIA. Se ha demostrado que muchos mamíferos tienen, como nosotros los humanos, un sentido de igualdad y justicia que los lleva al conflicto, cuando advierten que no son tratados de forma equitativa, o que no tienen los mismos privilegios que el de al lado, siendo ambos del mismo rango en la manada.


La tercera causa de los conflictos es totalmente humana, y tiene que ver con el desarrollo de nuestra corteza prefrontal, que nos hace prever, imaginar, pensar -cualidades totalmente útiles, pero que nos llevan a vivir en un mundo de ficciones más que de realidades-. Son las SUPOSICIONES.

-Si mi hijo no hace los deberes es que quiere demostrarme su poder.
-Si me mira la de la mesa de al lado es que piensa que tengo muy mal gusto vistiendo.
-Seguro que le caigo mal a mi compañera de trabajo. Ahora la veo reír con otros compañeros mientras me mira.
-Seguro que mi marido piensa que soy su esclava.
-Seguro que Fulanito no me acepta en el grupo. Voy a hablar mal de él. Lo esperaré a la salida del instituto.


Muchos de nuestros conflictos se basan en suposiciones. Porque a menudo, pensamos MAL de los demás (quizás esto sea también evolutivo). Suponemos, nos inventamos la vida, los pensamientos, los deseos, las motivaciones de los otros, porque ¡no los conocemos! No vivimos veinticuatro horas diarias en sus mentes, con lo que imaginamos sus pensamientos por ellos y nos creemos que es verdad lo que imaginamos. Casi siempre responden a las consabidas distorsiones cognitivas,  que nos llevan a simplificar las cosas, a personalizar lo que ocurre en el exterior, a "leer la mente" de los demás... Esto crea una actuación por nuestra parte que a menudo nos lleva a toda clase de porfías, enfados y malentendidos, y todo basado normalmente en quimeras. 


Nosotros sí estamos con nosotros mismos las veinticuatro horas del día, así que nos justificamos, nos comprendemos, sabemos por qué hacemos lo que hacemos, por qué miramos al de al lado, o por qué reímos, y los demás suponen por nosotros y nos echan en cara cosas que ni siquiera se nos han pasado por la cabeza. Pero nosotros ¡hacemos lo mismo con ellos! Quizás por eso, creemos que  nuestras opiniones siempre son las más acertadas y razonables, por supuesto, las hemos pensado nosotros, están corroboradas por nuestras experiencias (muchas veces sesgadas, pero de esto no nos damos cuenta), por nuestras lecturas, por nuestras reflexiones. Sin embargo, los demás también piensan lo mismo de las suyas.


Tener conciencia de las causas que nos llevan al conflicto, sobre todo de esta última del todo humana, puede que nos haga despertar de nuestro letargo imaginativo tan peligroso y empezar a enjuiciar nuestras propias suposiciones. Mejoraría sin duda nuestra convivencia si cuestionáramos por fin lo que se nos cuela dentro, sobre todo si nos entorpece la vida, la nuestra y la de los demás.

(Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. Su vecino tiene uno. Así, pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo.

Sin embargo, le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero, quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se le habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo.

   Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso: “¡Quédese usted con su martillo, estúpido!”.

Celia Antonini)

12 de octubre de 2015

REIVINDICO SER HUMANO





Ante las exigencias directas e indirectas de esta sociedad, reivindico.

Reivindico: "A veces no puedo conseguir lo que me propongo. Aprenderé a aceptarlo".


Reivindico: "La fuerza interior por sí sola no es suficiente. Ella siempre se ha nutrido, se nutre y se nutrirá de fuerzas exteriores".


Reivindico: "No puedo vivir siempre en el presente. Porque la preocupación forma parte de la constitución de mi cerebro, para prever problemas, y es útil. Aprenderé a gestionarla".


Reivindico: "A veces me enfado. Porque mis emociones y experiencias me llevan a eso sin que yo pueda hacer nada. Aprenderé a no hacer daño cuando me ocurra".


Reivindico: "A veces estoy triste. Sin la tristeza no puedo reconstruir lo roto ni asumir las perdidas".


Reivindico: "A veces me equivoco. La culpa que acompaña a la equivocación está diseñada para hacernos aprender de los errores".


Reivindico: "A veces tengo miedo. Es una defensa ancestral del mamífero para defendernos de los peligros".


Y sobre todo, reivindico:

No exijáis la completa felicidad,
la completa plenitud,
el completo control de emociones y pensamientos,
el completo equilibrio,
la completa serenidad,
la completa salud,
el completo desapego,


porque esto crea desasosiego, autoexigencia, y confusión, porque va en contra de nuestra naturaleza y porque de momento en este mundo solo soy un ser humano.




1 de octubre de 2015

EL DON DE LA PLASTICIDAD

(Dibujo de Patricia Adorna)

"Las neuronas que se conectan juntas, se activan juntas".
 Donald Hebb. 


Nuestro cerebro está lleno de millones de conexiones que se han formado, para bien y para mal, gracias a nuestras experiencias. Conexiones que unen hechos con sensaciones, pensamientos con emociones, imágenes con sentimientos, olores con acontecimientos, sabores o melodías con lugares o con voces o con personas... Por eso dos experiencias que se han conectado juntas -por ejemplo, el olor de la goma de borrar con la sensación de estar en el colegio- se activarán juntas a partir del momento en que se conectaron -por ejemplo, cuando volvamos a oler una goma, aunque hayan pasado veinte años-. En esto consiste ser plásticos. Es la manera de que el cerebro aprenda del entorno, de las experiencias, que van creando nuestros propios y únicos circuitos vitales que construyen nuestro mundo, nuestros recuerdos, nuestro yo. Afortunadamente, esta misma plasticidad nos facilita también que mueran conexiones y que siempre podamos crear nuevas.


Cuando una conexión se asienta y se reafirma una y otra vez, se convierte en hábito, se tatúa, se automatiza, sea positivo o negativo para nosotros. Y no es fácil, llegados a este punto, matar el hábito, porque el cerebro nos lleva una y otra vez a ejecutarlo, se nos viene a la cabeza tan fácilmente, es tan fuerte su llamada, que creemos que lo deseamos hacer, sentimos una motivación intensa. Supongamos que llevo mucho tiempo fumando y que he decidido dejar de fumar. Dejando a un lado el mono físico, el deseo de fumar me vendrá cuando en los momentos en que fumaba, mi cerebro relacione estos momentos con el hecho de tener un cigarro en la boca. Si después de comer me fumaba un cigarro mientras tomaba café -hemos conectado café con cigarro-, me moriré de ganas de fumar si no lo hago, porque se activará el recuerdo del tabaco a la hora de la sobremesa. Los hábitos ya hechos tienen la característica de hacernos creer que los deseamos hacer, por lo tanto la tentación es feroz. Si no aguanto las ganas volveré a fumar, pero si sabemos que ese deseo es fruto de una conexión anterior, un hábito tatuado, y que debo dejarla morir para que se haga otra nueva -o sea, tomar café sin fumar-, poco a poco y en aproximadamente tres semanas, morirá la conexión y ya no sentiré las ganas de fumar mientras disfruto de ese café. Poco a poco las nuevas conexiones irán sustituyendo a las nuevas. Si percibo el olor de las magdalenas de mi abuela después de muchos años, me vendrán a la memoria los momentos relacionados con ese olor, pero si las circunstancias hacen que se repita todos los días, dejaré de pensar en mi abuela porque el contexto de ese olor habrá hecho una conexión nueva con las nuevas circunstancias. Lo mismo pasaría con una música de la adolescencia. Si la escuchamos después de veinte años,  nos vendrán las sensaciones que vivimos en esa etapa de la vida, pero si la escuchamos cada día, la conexiones nuevas harán que ya no nos produzca ninguna sensación del pasado. Con el duelo ocurre lo mismo. Los momentos con el ser amado serán recordados cada vez que estemos en los mismos contextos que estuvimos con él. Cuanto más tiempo pase, los mismos contextos sin esa persona, habrán hecho nuevas conexiones, y aunque seguiremos amándola y recordándola, ese duelo habrá pasado, por lo que lo más doloroso, esa tristeza por el recuerdo constante de la pérdida, irá desapareciendo.


Tenemos la fortuna de ser plásticos. Y de que nunca dejemos de serlo (aunque la niñez sea la etapa más virgen y por lo tanto más rápida y eficaz en crear conexiones). Pero tenemos también la inmensa fortuna de poder saber que lo somos, y por lo tanto de tener la posibilidad de utilizar esta herramienta para nuestro provecho. Sabiendo cómo funciona el cerebro,  sabiendo que por repetición podemos destruir o crear nuevos circuitos, podremos ponerle esfuerzo al cambio de nuestros hábitos. O si queremos consolidar o establecer otros nuevos, podremos estar más motivados para tener paciencia con nosotros mismos, y dejarle tiempo para que mate conexiones indeseables y crear a voluntad conexiones nuevas que nos hagan la vida más agradable y más positiva. Como siempre,  el autoconocimiento, es una ayuda fabulosa en este mundo sin instrucciones.