El verano es un momento especial para las parejas. Para bien y para mal, tienen más tiempo para estar juntos, para disfrutar de la compañía sin el estrés excesivo del invierno o para tirarse los trastos a la cabeza por no poder aguantar las manías o los comportamientos del otro.
En Sopa de Pollo para el Alma, Jo Ann Larsen escribe un relato
contando una de sus experiencias en su matrimonio. Su marido Larry y ella eran
una pareja normal. Atendían lo mejor que sabían las tareas de la casa y a los
hijos, pero la rutina poco a poco iba adueñándose del hogar. Llegó un momento en
que se culpaban por todo, que discutían por lo más mínimo y que centraban su
mirada en lo negativo del otro. Pero un día Larry empezó a actuar de forma extraña
y diferente. Bajo la incredulidad de Jo Ann, Larry comenzó a darle las gracias
por todo cada día, reconocía sus esfuerzos o simplemente valoraba su compañía.
Una vez que ella se acostumbró a la situación, empezó a notar que los
sarcasmos, las ironías y los malos modos que ambos mostraban, iban disminuyendo
y que se sentía más liviana y alegre. Nunca supo qué llevó a su marido a emprender
ese cambio, pero como ella misma dice, "es un misterio con el que me
encanta convivir".
Cuando nos enamoramos, la misma
naturaleza se encarga de hacernos seleccionar los aspectos positivos de la otra
persona e idealizarla. Hasta sus defectos nos gustan, distorsionados por la
mano de la atracción. Es un mecanismo más que eficaz para impulsarnos a la pasión y
a la reproducción de la especie. Pero pasa el tiempo. La venda que nos hacía no ver defecto alguno, cae y un día sin
darnos cuenta, puede pasar que vayamos al otro extremo, a otra ceguera quizás aún peor: ver
solo los aspectos negativos, mientras que los positivos quedan nublados por la
fuerza de la rutina, el cansancio, las malas interpretaciones...
Si aprendiéramos, como Larry, a
abrir los ojos y ampliar la mirada, a no quedarnos con solo una parte de la
realidad de los otros, quizás las personas que nos rodean estarían más
motivadas para sacar lo mejor de ellas mismas. Y aprenderían a su vez a vernos
también en nuestra totalidad.
El ejercicio de escritura que
propongo a continuación está extraído del libro de escritura terapéutica y tratará
de ampliarnos esa mirada cuando vivimos en pareja:
Escribe una carta de amor a la persona de la que te enamoraste y con la
que convives, resaltando las virtudes y cualidades que más valorabas de ella.
Deberás redactar una nueva cada día, manifestando cada vez más pasión e ilusión en
la relación. Después de una semana escribiendo a la persona que fue, fíjate
durante la convivencia en aquellas cualidades que siguen intactas y que tanto
te enamoraron. Cuando creas estar preparado, redactarás una última carta de
amor a la persona que es ahora, y si quieres, podrás entregársela.