("Pintando ilusiones" de Rob Gonsalves)
Llevo escuchando toda la vida, la afirmación de que los niños
nacen con una ilimitada imaginación y de cómo los adultos y maestros se la destrozamos
con nuestros dogmas, nuestra cerrazón, nuestra estrechez de miras. No voy a
decir que no sea verdad que nuestro sistema educativo necesita un profundo cambio, o que los adultos, con nuestra visión del mundo a veces no dejamos
que los niños se expresen libremente,
porque es cierto. Pero no podemos echar la culpa de una supuesta "atrofia"
de la imaginación infantil a estas dos realidades, porque la imaginación sufre
un proceso, una transformación, queramos o no, inevitable con el paso de los años, casi independiente de estos factores.
Los niños nacen en un mundo extraño. Sin saber cómo hay seres
con picos que vuelan, mariposas de raros colores, reptiles que suben por las
paredes, nubes de divertidas formas, pelotas colgando del cielo, luces que
brillan en la oscuridad cada noche, personas que andan con dos pies y que
tienen dos manos para hacer cosas... En ese mundo extraño, ¿por qué no puede
haber duendes, hadas, monstruos en la habitación?, ¿por qué no pueden existir
brujas que comen niños, camiones voladores, superhéroes que salvan planetas,
árboles que andan? En el mundo infantil, que no conoce aún lo posible y lo
imposible, la imaginación no tiene límites, porque se nutre de las infinitas
manifestaciones extrañas de la realidad que van conociendo. Después, cuando van
creciendo, cuando ya tienen suficiente información de cómo perciben el mundo
con sus sentidos, sus estructuras, con los comportamientos de las personas y sociedades
donde nacen..., el niño ya no puede creerse lo del ratoncito Pérez o que a los bebés los trae la cigüeña o que si
no comes, vendrá el coco y te llevará. Esas fantasías sin límites van desapareciendo.
Y con ellas, su tendencia a inventar cuentos, historias, dibujos llenos de matices extraordinarios... Inevitablemente, sus propias experiencias le cortan las alas a la imaginación
sin fronteras, y es en este momento cuando los adultos y maestros podemos
fomentar que, aunque sea positivo distinguir la realidad -aquella que nuestro cuerpo y
nuestra mente nos dejan percibir- de la fantasía, nunca dejen de practicarla de
manera lúdica, o práctica, o incluso terapéutica.
Pero la imaginación nunca muere, solo se transforma. Tiene
una función crucial para nuestra supervivencia. Esta herramienta nos capacita para
que podamos visualizar situaciones POSIBLES, está diseñada fundamentalmente para esto, para anticiparnos a acontecimientos, diálogos,
problemas, y que podamos crear estrategias para resolverlas o practicarlas de
la mejor forma. Esto es uno de nuestros seguros de vida. Y si nos damos cuenta, los adultos CASI SIEMPRE estamos
imaginando, viviendo momentos ficticios que creamos en nuestra mente y que nos
hacen sentir bien o mal, dependiendo de lo que imaginemos. Casi siempre estamos
sumidos en una especie de letargo donde todo cabe: "¿Y si Fulanita me dijera
esto o aquello?", o "posiblemente mi hijo esté ahora mismo en la
calle en vez de en el instituto", o "seguro que me pondré nerviosa en
el examen, habrá un examinador terrible, hará calor, se me olvidará todo lo que
he estudiado", o "quiero ir a esa playa, sé que me relajaré, que me
olvidaré de todo, que será una delicia"... y nos visualizamos con todo
lujo de detalles en esas situaciones, o inventamos cómo piensan o actúan los
demás, presuponemos qué pasará, y nos sentimos de una manera determinada por
esas imágenes que creamos. Si lo pensamos bien, no dejamos casi nunca de imaginar.
Por lo tanto, no nos echemos la culpa de matar la imaginación de los niños. Mejor ocupémonos de que no se apague la vela de su creatividad ilimitada, porque la fantasía, el arte, el ingenio... son una maravillosa consecuencia de esta herramienta evolutiva, que merece la pena alimentar, y que nos hace la vida más plena y más feliz.
Por lo tanto, no nos echemos la culpa de matar la imaginación de los niños. Mejor ocupémonos de que no se apague la vela de su creatividad ilimitada, porque la fantasía, el arte, el ingenio... son una maravillosa consecuencia de esta herramienta evolutiva, que merece la pena alimentar, y que nos hace la vida más plena y más feliz.
Lúcido post, Reyes. En mi opinión tienes toda la razón (y no lo había pensado antes) No hay menos imaginación sino enfocada a otras cosas. Se me ocurre pensar que de eso vive la gran industria del cine... ¡Ya imagino yo por vosotros! Cyrulnik dice en uno de sus libros que Andersen creció en un medio cultural lleno de historias que se contaban. Hoy los niños crecen en un medio donde Pixar, Disney, Spielberg, los diseñadores de video juegos etc se dedican a imaginar historias chulas para nosotros (no es una crítica, es ASIN. Pero imaginar, imaginamos. Efectivamente. Como tu dices para bien o para mal. Enhorabuena
ResponderEliminarQué interesante lo que cuentas. Tus comentarios siempre me sugieren muchas cosas. Este da para una larga charla. Muchas gracias, Javier.
ResponderEliminarHola Reyes y Javier! Soy la prueba viviente de que la imaginación no tiene barreras. Después de tantas trabas a lo largo de mi vida y ya en el ocaso, tengo la mente más activa que nunca.
ResponderEliminarGracias por tus escritos Reyes, aclaras muchos conceptos.
Gracias a ti, por participar en este blog. La imaginación puede ser una gran y apasionante compañera de viaje, si sabemos aprovechar sus múltiples posibilidades, si aprendemos a tratarla con sabiduría. Me alegro de que estés disfrutando de ella. Un abrazo!
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