"Los humanos estamos cableados para buscar el placer y evitar el dolor, potenciar el rango en la manada de los primates y proteger a los seres queridos; pero vivimos en un mundo el que son inevitables el dolor, el fracaso, la enfermedad, la muerte y otras decepciones. También estamos cableados para pensar incesantemente en la manera de mantener a raya estas dificultades, empleando un cerebro que está preparado para anticipar y recordar desastres, un cerebro exquisitamente diseñado para sumergirnos en pensamientos desasosegantes".
Ronald Siegel, La solución mindfulness
Todos nos preocupamos. Nadie que tenga una corteza
prefrontal más o menos desarrollada y ningún problema neurológico estará libre
de preocuparse. Pero, ¿por qué ocurre esto?, ¿es culpa nuestra?, ¿es una maldición de
la naturaleza, un error, un defecto de la especie? La preocupación es
evolutiva, es decir, la evolución se ha encargado de desarrollar esta
estrategia fundamental para la supervivencia. No somos grandes cazadores, ni
tenemos las posibilidades de otros animales, que con su fuerza o sus
habilidades psicomotoras -como volar, trepar o subirse por las paredes-, han podido
sobrevivir en un mundo donde podías ser devorado. Y a la vista de que aún
seguimos aquí, algunas características hemos tenido que desarrollar para no
haber desaparecido como especie. Una de ellas es la preocupación, o sea,
imaginar acontecimientos, diálogos, conflictos, problemas... nos hace estar
preparados, inventar estrategias, y que ya hayamos pensado previamente en la manera de resolver
alguna situación. Sin embargo, este conocimiento se tiene poco en cuenta o más
bien se desconoce y la preocupación está demonizada en esta sociedad, una sociedad que paradógicamente lleva al ser humano a preocuparse más que nunca, con las múltiples tareas y exigencias de la vida moderna.
"No te preocupes", es el consejo más utilizado en estos tiempos en
que toleramos poco el malestar y desconocemos
sus causas, su utilidad, su funcionamiento. Por lo tanto en un mundo como el
nuestro, en el que pensamos que no vivir el presente es apartarse del camino de
la felicidad o la iluminación, decir que vivir sin preocuparse es peligroso
para la supervivencia, es correr el riesgo de que se rían de ti o
de que te tomen por loca. Pero si lo pensamos bien, una vez aceptado y analizado, quizás este
conocimiento no nos parece tan descabellado,
e incluso puede ayudar a aliviarnos, a deshacernos de la otra autoexigencia de moda, que es vivir en todo momento en la plenitud del presente. La preocupación, igual que la señal
de hambre o la sed, es NECESARIA.
Entonces, ¿cuál es el problema? El
problema está en el uso que le damos a esa herramienta. ¿La usamos solo cuando
la necesitamos realmente?, ¿la usamos correctamente?, ¿estoy dándole una
credibilidad absoluta a esta idea anticipatoria que estoy viendo?, ¿me hace
sentirme mal antes de que ocurra y esto determina mis actuaciones?, ¿estoy
alimentándola más de lo conveniente?, ¿por pensar tanto, estoy haciendo que el
pensamiento se vuelva confuso, y que me bloquee?
Una de las herramientas que nos ayudan a anticipar situaciones, es la imaginación, de la que hablamos en la
entrada anterior. La misma imaginación que nos hace crear obras de arte, tiene
la función de prever, visualizar hechos posibles -aunque ya sabemos que muchas veces
nuestros miedos nos hacen preocuparnos por situaciones más que improbables- aún
no ocurridos. ¿Y si sucediera esto?, ¿y si no puedo conseguirlo?, ¿y si
Fulanito me dice? ¿y si el avión tiene un accidente?... y visualizamos qué sucederá y por supuesto cómo me sentiré, puesto que la
fuerza de la imaginación tiene en la mente y en las emociones casi el mismo poder que la realidad. Ya lo decía Mark Twain:
"Soy un hombre muy viejo, que ha
vivido muchas desgracias en la vida, la mayoría de las cuales no me han
sucedido nunca". Al vivirlo como si fuera real, nos dejamos llevar por la ficción que creamos en nuestro interior. Pero al fin y al cabo, nunca sabemos cómo van a irnos verdaderamente las cosas, incluso si suceden. Como dice Mario Benedetti: "No sabemos cuan incandescentes o incombustibles somos hasta que pasamos por alguna hoguera".
Por lo tanto, quitarnos la
preocupación no es el objetivo, sino primeramente, aceptar que si somos humanos, vamos a preocuparnos, y después, aprender a gestionar esta herramienta lo mejor posible, sin
que ella nos perjudique innecesariamente. Quizás la pregunta mejor que podemos hacernos
cuando nos sintamos preocupados es: "¿Es útil esta preocupación?". Si nos acostumbramos a mirar desde fuera esta tendencia ancestral y preguntarnos esto, tendremos más posibilidades de analizar si la preocupación tiene fundamento y debemos entonces actuar. O si es mejor no hacerle demasiado caso, y echarla directamente al cubo de la basura mental, dándole tiempo al organismo para que la emociones derivadas de ella, vayan pasando. Igual que pasa una terrible tormenta.